Y ahora, ¿qué voy hacer? Eso se preguntaba Gilbert Bécaud en su célebre canción ‘Et maintenant’. Muchos hombres en España, y más concretamente en Ciudad Real, bien podrían hacer suya esta pregunta al verse envueltos en procesos de separación o divorcio. Desde las asociaciones de padres separados, se denuncia que muchos de ellos son desfavorecidos por la justicia en beneficio de su ex cónyuge, tanto en los aspectos económicos como en la custodia de los hijos.
Así lo afirma Juan Luis Rubio, presidente de la Asociación de Padres de Familia Separados de España (APFS), y actual encargado de coordinar todo lo relacionado con esta asociación en Castilla-La Mancha. Según Rubio, la casi totalidad de los casos de divorcio se acaban saldando con la marcha del hombre del domicilio conyugal, la concesión de la custodia de los hijos del matrimonio a la mujer, y la obligación del ex marido de pasar una pensión alimenticia a esta última, en caso de no tener trabajo, y otra pensión para mantener a sus vástagos.
Por si fuera poco, añade Rubio, el hombre sigue pagando la hipoteca de la casa y tiene además que buscar una nueva vivienda, lo que supone una fuerte presión a su economía. En el caso de Ciudad Real, donde hace varios años fundó la asociación mixta Ascala (Asociación de Separados de Castilla-La Mancha), el presidente de APFS explica que lo que hacen muchos divorciados de la capital es volver al hogar de sus padres, que suele encontrarse en alguno de los pueblos cercanos, y seguir trabajando en la ciudad.
Ante los tribunales
¿Por qué el hombre es quien paga la pensión en casi todos los casos de divorcio? El abogado Vicente Martínez de Pablos explica que esto se debe a que, por norma general, el cónyuge masculino es el que trabaja, mientras que la mujer se ocupa de las tareas del hogar, incluyendo el cuidado de los hijos. En los casos en que ambos cónyuges trabajan, aclara Martínez de Pablos, puede no haber pensión por ninguna de las partes, o incluso puede ser la mujer quien tenga que pasar pensión al marido si gana más que él.
Ante la carga económica que supone el pago de pensiones y otros gastos derivados, la economía de un divorciado típico puede resentirse hasta el punto de peligrar su subsistencia; de hecho, el principal responsable de APFS habla de casos en que el ex marido ve embargada la totalidad de su nómina. Para estas situaciones, asegura Martínez de Pablos, existe un procedimiento de modificación de medidas, al que los afectados pueden acudir para evitar caer en una situación tan extrema.
El problema, arguye Juan Luis Rubio, es que en la práctica este procedimiento no funciona, porque las solicitudes al respecto casi nunca se conceden. De hecho, dado que muchos divorcios se llevan a cabo por un acuerdo entre ambas partes, cambiar la pensión fijada en el mismo es muy difícil; las pruebas que presenta el ex marido sobre la reducción de esos ingresos, denuncia Rubio, tienden a ser vistas por los jueces como un intento de ocultar su nivel de ingresos real.
Por motivos como este, tanto la APFS como Ascala reclaman un trato más igualitario para ambas partes en los procesos de divorcio. El presidente de la asociación castellano-manchega, José Morallata, sugiere que los bienes compartidos por el matrimonio se repartan tras su disolución; por ejemplo, vendiendo el hogar compartido y repartiendo su beneficio entre ambos cónyuges.
El problema de los hijos
Morallata conoce bien la carga económica y psicológica que supone un divorcio. Su separación tras veinte años de convivencia, a pesar de ser amistosa, no estuvo exenta de traumas; ninguna lo está, advierte, porque supone “el truncamiento de un modo de vida”. En su caso, Morallata y su ex mujer hablaron claro a sus dos hijos, y les dejaron decidir con quién se quedarían, pese a que la custodia fue otorgada en principio a ella; de ahí que el presidente de Ascala recalque que lo más importante en una separación es que ambos cónyuges sean civilizados.
Por desgracia, no siempre ocurre así. Juan Luis Rubio asegura que muchas ex esposas usan a los hijos como arma arrojadiza para maltratar psicológicamente a sus ex cónyuges, haciendo que los niños les vean con odio. Se trata de una práctica que es conocida como “alienación parental”.
El maltrato a través de los hijos también aparece, según Rubio, a través del régimen de visitas. Según lo expone, lo normal es que el ex marido sólo pueda ver a sus hijos una vez cada quince días, y sólo si su ex mujer así lo permite; a diferencia que en el resto de Europa, se lamenta, en España una mujer puede negarse a permitir las visitas del padre y sus hijos sin verse castigada por la ley.
¿Y el maltrato “convencional”? Según Vicente Martínez de Pablos, no es tan común En su experiencia, explica, no ha tenido ocasión de observar casos de mujeres que maltratan a su pareja, pero sí de maltratos mutuos. Estos son casi siempre momentos puntuales de agresión recíproca, según Martínez de Pablos, que están valorados como falta en el código penal y castigados con multa e indemnizaciones mutuas.
José Morallata cuenta otra historia bien distinta. Él dice haber visto bastantes casos de maltrato psicológico sufridos por los separados y divorciados de su organización. Incluso hay situaciones en que las ex esposas les sometían a malos tratos físicos: por ejemplo, el caso de un ex campeón de boxeo al que su mujer agredía a sabiendas de que él no se atrevería a defenderse por miedo a hacerle daño.
Incluso sin estas situaciones de por medio, el hombre divorciado se encuentra con un panorama difícil de sobrellevar, cuando no directamente hostil, en todos los aspectos relacionados con su separación. ¿Lo pasan peor que una mujer divorciada? Tal vez, y tal vez no. Pero el caso es que lo pasan mal, y la sociedad tiende a ignorar sus penurias.
Artículo publicado en nuestra Web originalmente el día 17-08-2009.
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